sábado, 19 de abril de 2014

Marina.

El último rayo de sol deja en las crestas de las olas inmensa cabellera de color de sangre.
Seco y lejano chisporroteo, ráfagas que gimen, y luego bramidos lúgubres y golpetazos... La mancha negra de la tempestad avanza ya por el cielo en tremendos torbellinos, en compleja y aterradora fritería, y el mar, irguiéndose, entona sobre la costa la canción enérgica de las rompientes.

En la playa aguza la vista un anciano de ojos azules, curtido por los ventarrones, muy cerca, un pequeñuelo vivaracho hace montoncitos de arena.
-Ven aquí, hijo mío- dice el viejo.
-¿Ves en lo alto de las peñas aquella gaviota blanca lanzando cantos tristones sobre el temporal? Pues más allá hay una rabiosa espuma, y más allá... más allá hay unos hombres luchando.
-¿Y de esos es el mar, padre?
-Vuelve la espalda al mar y mira aquellos gallardos palacios. Allí están los amos. Esos que luchan... solo son víctimas.


Tomás Meabe,
La lucha de clases nº 412. 04/10/1902



No hay comentarios:

Publicar un comentario